"El alma es como el conjunto formado por un par de caballos alados y su auriga. En el caso de los dioses, los dos caballos son buenos y de buena raza; en el caso de los mortales, uno de los dos es también así, el otro es lo contrario. Gracias a sus alas, las almas de los dioses se mueven por la bóveda celeste, y salen a fuera, y se detienen sobre ella, hasta que el movimiento de rotación las vuelva dejar en el mismo punto; durante esa instancia contemplan lo que esta fuera del mundo sensible, lo ente, y ese es su festín y su regalo.
Las almas de los hombres, por la dificultad de conducir el carro (uno de los dos caballos es díscolo), difícilmente logran seguir a las de los dioses; apenas llegan a sacar la cabeza fuera de la bóveda del cielo y ver, más o menos; la que logra ver algo, queda libre de sufrimiento hasta la próxima revolución, porque la presencia de lo ente es el alimento para "lo mejor" del alma; pero, si el alma no ha conseguido ver, sino que, por el contrario, en la lucha ha sido derrotada, pierde las alas y cae a tierra, donde toma posesión de un cuerpo, que, por la virtud del alma, parecerá moverse a si mismo. Si, de todos modos, el alma ha visto alguna vez, no será fijada a un cuerpo animal, sino a un cuerpo humano, y según que haya visto mas o menos, será fijada al cuerpo de quien haya de ser una u otra cosa; la de que haya visto más, será el alma de Un amante de la sabiduría o un cultivador de las Musas o del amor; la segunda será el alma de un gobernante obediente a la ley, y así hasta la octava que será la de un sofista, y la novena, que será la de un tirano.
Al final de una vida, las almas son juzgadas y hasta completar un milenio llevan, bajo tierra o en un lugar del cielo , una vida concorde con los merecimientos de su vida terrena. Transcurrido el milenio, volverán a la superficie de la tierra, pero esta vez cada uno escogerá el tipo de vida que quiere, en qué clase de cuerpo ha de ser plantado; así cada uno elegirá libremente según su propio carácter y su propio valor; puede ser que alguna decida ir a parar a un animal: se le concederá porque esa es su decisión.
Ningún alma recuperará las alas antes de diez mil años, a no ser la que se haya mantenido durante tres generaciones sucesivas en el estado de amante de la sabiduría o de la belleza."
(Resumen de Fedro, 245e y ss.)
En aquest mite, l'auriga representa la part racional de l'ànima i la condueix. El cavall de bona raça representa la part irascible, violenta, i entre els dos han de dominar a la part concupiscible, representada pel cavall "desobedient".
Així, segons Plató, la relació entre l'ànima i el cos és simplement accidental, com la que tenen el cavall i el cavaller o el pilot i la nau. L'ànima governa el cos però no és el cos.
Las almas de los hombres, por la dificultad de conducir el carro (uno de los dos caballos es díscolo), difícilmente logran seguir a las de los dioses; apenas llegan a sacar la cabeza fuera de la bóveda del cielo y ver, más o menos; la que logra ver algo, queda libre de sufrimiento hasta la próxima revolución, porque la presencia de lo ente es el alimento para "lo mejor" del alma; pero, si el alma no ha conseguido ver, sino que, por el contrario, en la lucha ha sido derrotada, pierde las alas y cae a tierra, donde toma posesión de un cuerpo, que, por la virtud del alma, parecerá moverse a si mismo. Si, de todos modos, el alma ha visto alguna vez, no será fijada a un cuerpo animal, sino a un cuerpo humano, y según que haya visto mas o menos, será fijada al cuerpo de quien haya de ser una u otra cosa; la de que haya visto más, será el alma de Un amante de la sabiduría o un cultivador de las Musas o del amor; la segunda será el alma de un gobernante obediente a la ley, y así hasta la octava que será la de un sofista, y la novena, que será la de un tirano.
Al final de una vida, las almas son juzgadas y hasta completar un milenio llevan, bajo tierra o en un lugar del cielo , una vida concorde con los merecimientos de su vida terrena. Transcurrido el milenio, volverán a la superficie de la tierra, pero esta vez cada uno escogerá el tipo de vida que quiere, en qué clase de cuerpo ha de ser plantado; así cada uno elegirá libremente según su propio carácter y su propio valor; puede ser que alguna decida ir a parar a un animal: se le concederá porque esa es su decisión.
Ningún alma recuperará las alas antes de diez mil años, a no ser la que se haya mantenido durante tres generaciones sucesivas en el estado de amante de la sabiduría o de la belleza."
(Resumen de Fedro, 245e y ss.)
En aquest mite, l'auriga representa la part racional de l'ànima i la condueix. El cavall de bona raça representa la part irascible, violenta, i entre els dos han de dominar a la part concupiscible, representada pel cavall "desobedient".
Així, segons Plató, la relació entre l'ànima i el cos és simplement accidental, com la que tenen el cavall i el cavaller o el pilot i la nau. L'ànima governa el cos però no és el cos.
Marc Clupés
Si, jo també penso com Plató ja que nosaltres no som un cos si no l'ànima que guía i manipula el nostre cos. És un pensament abstracte i que et dóna a pensar sobre la existencia de la vida.
ResponderEliminarPau Galban
Aquest mite de Plató engloba una part important de la seva ideologia, en aquest cas sobre l'ànima. L'importància de l'ànima, mes que ésser una part del nostre cos, es el component en que es fonamenta el pensament humà. L'ànima propiament es divideix en parts específiques segons la funció o activitat a realitzar i el grau de rellevància de cadascuna.
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